Tuyo.
-No intentes controlarme, Victoria. No pretendas ser la dueña de mi vida. No me digas qué es lo que he de hacer. Nunca.
-Entonces, es verdad que los sheks no podéis amar.
-¿Eso es lo que crees? He renunciado a todo cuanto
conozco. A todo el poder que me pertenecía por derecho. He dado la
espalda a mi gente, a mi padre... incluso he renunciado a mi
identidad... a mi nombre... por ti. Dime, ¿qué más he de hacer? Quizá
cuando me veas caer a tus pies, muriendo por tu causa, seas capaz de
comprender por fin hasta qué punto soy tuyo.
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